Querido tú, sí, tú, no escribo para un díario, ni para terceras personas, escribo para ti, todo lo que quisiera decirte, contarte, confesarte y no puedo. Aunque intentando ser sincera conmigo misma, sí puedo, claro que puedo, todas podemos, SIEMPRE podemos. Esa no es la cuestión. La cuestión es si merece la pena. Obviamente hacerlo y que saliera bien sería maravilloso, esplendoroso, nirvanástico, que no existe, pero me lo invento. Pero, ¿y si...

No... todo eso no me merece la pena. De momento, y teniendo la garantía casi total de que no saldría bien, prefiero callarme, explicarte por aquí sin que nunca llegues a saberlo que nunca he llegado a olvidarte, a dejarte de amar, porque como todos, tienes fallos, pero tus virtudes, esas cosas que hacen que cuando te miro me brillen los ojos y esboce una sonrisa involuntaria que me calma y me hace sentir en una nube, son increíbles, y quiero conservarlas. ¿Hago mal?

Sé que si hablara de otra persona me recomendarías lo contrario, para dejar de sufrir en silencio, uy, eso ha sonado muy a hemorroide, pero bueno, y poder pasar página, pero no quiero pasarla, estoy en una página preciosa.

Esta noche vamos todos a tu casa, a ver el partido, OOOH QUE ILUSIÓN EL PARTIDOOO! Sí, bueno, las ironías no son mi fuerte, pero se ha entendido. Jamás lo entenderé, pero igual que tú jamás entenderías otras de mis aficiones, disfruto de ellas y tú lo respetas, y yo respeto las tuyas, es lo que importa. Aunque eso no es lo importante, es que luego hay alguna posibilidad de que nos acostemos, para variar. No soy idiota, no significa nada, pero me hace sentir más cerca de ti, una, que es tonta y se ilusiona con esto.

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Siempre tuya